Había una vez, en un reino no muy
lejano y no hace mucho tiempo, una princesa que vivía enamorada de las estrellas,
en particular de una, a la que gustaba de ver cada noche poco antes del
amanecer. La princesa aseguraba que solo
el poseer dicha estrella la haría completamente feliz, no había nada que
pudiera desear y que no tuviera y aun así sentía que le faltaba “algo” para
alcanzar la felicidad y ese algo era esa estrella de la que se había enamorado.
Desde que era niña, pregunto a medio mundo a su alrededor sobre cual sería la forma
más fácil de alcanzar una estrella; su
Padre El Rey, pensó que era un simple antojo y entonces le prometió que cuando
ella creciera, le mandaría hacer una escalera tan alta que la llevaría donde su
estrella, la princesa ansiosa y agradecida abrazó a su padre aun así no quedo
satisfecha pues ella quería crecer de la noche a la mañana; el científico del
reino le dijo que alcanzarla implicaba un gran esfuerzo y preparación, para
cuando éste se disponía a hacer gala de sus conocimientos científicos, la princesa
se había marchado. Entonces la princesa consulto al sabio de la corte y le pidió
consejo para alcanzar la estrella de la que ella estaba perdidamente enamorada,
el sabio, le contesto con exagerada serenidad –todos somos parte del Universo, ya
la tienes, esta en tu cielo… ¡Pero no puedo tocarla! ¡Esa estrella es mi
felicidad! –Interrumpió la princesa- a lo que el sabio dando la vuelta y marchándose
lentamente respondió – ¡tal vez solo
tienes que estirar la mano! Su hermano
el príncipe le dijo que alcanzar una estrella era imposible y su institutriz no
paraba de aseverar que alcanzar una estrella era una locura. La anciana del reino vecino solo atino a
decirle -nunca abandones tus sueños, sin importar lo que esto implique,
sin importar que sea tomado como locura, tampoco te obsesiones buscando lo que ya
tienes y si haz de seguir un sueño, hazlo pero fíjate bien hacía donde
encaminas tus pasos mi querida princesita –advirtió dulcemente la anciana –recuerda
que el enemigo y los peligros se presentan de la forma menos esperada y hay
veces en que las peores pesadillas comienzan en un sueño mal dirigido. La
princesa no entendió mucho y se marcho con cierto enfado.
Sin encontrar respuesta alguna que
la satisficiera, durante mucho tiempo cada noche la princesa tomaba un camino al
azar, embelesada por el fulgor de lo que ella llamaba “su estrella”, buscando siempre
la forma de poder alcanzarla. Cierta noche su travesía la llevo hasta donde
había un pozo, el mismo que a través del céfiro viento parecía llamarla con un
suave murmullo, la princesa curiosa se acercó a la orilla del pozo y sus ojos
no daban crédito a lo que estaba viendo ¡Mi estrella! ¡Mi estrella esta cerca!
¡Casi la puedo tocar! Dijo para sí emocionada, el corazón palpitaba a mil por
hora cuando una voz garbosa y al mismo tiempo tenue, le hablo desde el fondo
del pozo…
-¿Te refieres a esta estrella? Señalo
con una varita a la inmaculada estrella el no muy agraciado sapo que se
encontraba en el fondo del pozo junto a un charco de agua donde se encontraba
el reflejo de un cielo estrellado. -¡Si! ¡Esa es mi estrella! ¡Y cada noche
salgo en busca de la forma de poder alcanzarla! y… -Y ahora esta muy cerca ¿No
te parece? Interrumpió el sapo ¿La quieres para ti? ¿La quieres tocar? Preguntó
el sapo con voz insinuante y pausada ¡Desde luego! Exclamó la princesa con júbilo
y suspiros
–Entonces ven, entra en el pozo y
llévate a tu estrella –dijo croando el sapo al tiempo que le señalaba una vieja escalinata
que conducía al fondo del pozo
-Pero, ¿Qué no se supone que las
estrellas están en el cielo? Pregunto la princesa un poco temerosa
– ¿y que acaso no miras también el cielo? –Insistió
el sapo –Vamos no tengas miedo, si la quieres tienes que venir por ella.
-Si, es verdad –respondió la
princesa a pesar de que un leve escalofrió le recorrió la piel, al mirar la
apariencia lúgubre de ese pozo, sin embargo su pasión por conseguir esa hermosa
estrella era más fuerte que sus miedos, así que comenzó a bajar escalón por
escalón. A medida que bajaba sentía que el aire le faltaba, sentía entumecerse
de frío, y los cardos enlazados en el barandal de la escalera poco a poco
lastimaron sus delicadas manos de seda, cada peldaño que bajaba le implicaba un
gran esfuerzo y de vez en cuando estiraba la mano en dirección a su estrella, a
lo que el sapo croaba para darme ánimos –¡un poco más mi dulce princesa, un
poco más!
Cuando más dentro estaba,
empezaron a llegar a su mente recuerdo de su vida en el Palacio y por un
momento pensó que siendo ella una princesa, bien podía haber mandado a un
sirviente a que sacara por ella la estrella y… -La estrella es mágica y es solo
tuya –interrumpió el sapo los pensamientos de la delicada princesa, -esa
estrella te pertenece pues nació el mismo día que tú ¡nadie más puede tocarla! –dijo
el sapo croando con insistencia.
A medida que bajaba hacia lo más
profundo del pozo, la princesa se sentía cada vez más sola y hasta con un poco
de pesar, por momentos tenía la intención de rendirse y salir de ahí lo más
pronto posible, pues era tanto el daño que los cardos provocaban en sus manos,
que le angustiaba la idea de no tener el ánimo ni fuerza para salir de ese
profundo pozo y con la estrella a cuestas; sin embargo era tanto su
enamoramiento por esa estrella que cuando se quiso dar por vencida, poco a poco
el recordar las palabras de su padre, las del científico, el sabio y la anciana,
tomaron sentido y le dieron un poco de fuerza. Temblando de frío y con las
manos sangrantes por los cardos, con los ojos llenos de lágrimas por el dolor
que le causaba conseguir su sueño, comenzó a justificarlo todo, llego a pensar
que tal vez hacía mucho que su padre había mandado hacer esa escalera tal y
como se lo prometiera en su niñez y que por el paso del tiempo sin usarse se
había oxidado y los cardos crecieron a su alrededor enredándose en el barandal,
pensó que el científico tenia razón
cuando le hablo del esfuerzo que le costaría lograr su objetivo y ¡vaya que
tenía razón! Pensó también que el sabio era el único que se había equivocado y
más cuando le dijo que “ya la tenía” La adolorida princesa pensó que la anciana
tenía razón, no debía rendirse por nada… –¡Salta! –insistió el sapo croando cada vez
más fuerte, la princesa inmersa en sus pensamientos que no se percato de que ya
estaba a escasos centímetros del fondo del oscuro y frío pozo, ésta saltó
pensando que faltaba cierta altura, perdió el equilibrio y fue a caer de
espaldas sobre el charco de agua, su estrella y el cielo se borraron… Fue un golpe terrible para su corazón el
descubrir la terrible verdad…
El sapo, ella desde mucho antes
de llegar al fondo del pozo y aun ahora, así como todos los habitantes del
reino, podían ver las mismas estrellas, ¡vamos el mismo cielo!, la princesa estaba
destrozada, efectivamente el sabio no se había equivocado, al contrario le había
dicho la verdad, ella ya era feliz con lo que tenía, la anciana incluso le advirtió
de no obsesionarse en su búsqueda; avergonzada recordó que ella
misma había dicho que “su estrella era su felicidad” y ahora, en el abismo de
su obsesión y necedad, comprendía al fin que efectivamente ella era parte de
ese Universo, ella incluso pudo ser la estrella de algún príncipe. Llorando desconsolada,
alzo las manos al cielo en dirección a su estrella y deseo con todo su corazón
salir de ese horrible pozo…
En un ¡pum! Todo desapareció,
ella estaba dormida al pie de su ventana… todo había sido una pesadilla que
como dijera la anciana, comenzó en un sueño que la princesa no supo dirigir.
F I N
Moraleja: Todos somos parte del
mismo Universo, en algún momento todos somos la estrella de alguien más, la
felicidad se encuentra dentro de cada uno y finalmente, cada quien decide desde
donde quiere ver las estrellas; desde la certeza de su existencia o desde el
fondo del abismo.
Erandy Alejandra Reg. 03-2012-112611345000-01
Erandy Alejandra Reg. 03-2012-112611345000-01
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