jueves, 22 de noviembre de 2012

LA PRINCESA, EL POZO Y EL SAPO





Había una vez, en un reino no muy lejano y no hace mucho tiempo, una princesa que vivía enamorada de las estrellas, en particular de una, a la que gustaba de ver cada noche poco antes del amanecer.  La princesa aseguraba que solo el poseer dicha estrella la haría completamente feliz, no había nada que pudiera desear y que no tuviera y aun así sentía que le faltaba “algo” para alcanzar la felicidad y ese algo era esa estrella de la que se había enamorado. Desde que era niña, pregunto a medio mundo a su alrededor sobre cual sería la forma más fácil de alcanzar una estrella;  su Padre El Rey, pensó que era un simple antojo y entonces le prometió que cuando ella creciera, le mandaría hacer una escalera tan alta que la llevaría donde su estrella, la princesa ansiosa y agradecida abrazó a su padre aun así no quedo satisfecha pues ella quería crecer de la noche a la mañana; el científico del reino le dijo que alcanzarla implicaba un gran esfuerzo y preparación, para cuando éste se disponía a hacer gala de sus conocimientos científicos, la princesa se había marchado. Entonces la princesa consulto al sabio de la corte y le pidió consejo para alcanzar la estrella de la que ella estaba perdidamente enamorada, el sabio, le contesto con exagerada serenidad –todos somos parte del Universo, ya la tienes, esta en tu cielo… ¡Pero no puedo tocarla! ¡Esa estrella es mi felicidad! –Interrumpió la princesa- a lo que el sabio dando la vuelta y marchándose lentamente respondió  – ¡tal vez solo tienes que estirar la mano!  Su hermano el príncipe le dijo que alcanzar una estrella era imposible y su institutriz no paraba de aseverar que alcanzar una estrella era una locura.  La anciana del reino vecino solo atino a decirle -nunca abandones tus sueños, sin importar lo que esto implique, sin importar que sea tomado como locura, tampoco te obsesiones buscando lo que ya tienes y si haz de seguir un sueño, hazlo pero fíjate bien hacía donde encaminas tus pasos mi querida princesita –advirtió dulcemente la anciana –recuerda que el enemigo y los peligros se presentan de la forma menos esperada y hay veces en que las peores pesadillas comienzan en un sueño mal dirigido. La princesa no entendió mucho y se marcho con cierto enfado.
Sin encontrar respuesta alguna que la satisficiera, durante mucho tiempo cada noche la princesa tomaba un camino al azar, embelesada por el fulgor de lo que ella llamaba “su estrella”, buscando siempre la forma de poder alcanzarla. Cierta noche su travesía la llevo hasta donde había un pozo, el mismo que a través del céfiro viento parecía llamarla con un suave murmullo, la princesa curiosa se acercó a la orilla del pozo y sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo ¡Mi estrella! ¡Mi estrella esta cerca! ¡Casi la puedo tocar! Dijo para sí emocionada, el corazón palpitaba a mil por hora cuando una voz garbosa y al mismo tiempo tenue, le hablo desde el fondo del pozo…
-¿Te refieres a esta estrella? Señalo con una varita a la inmaculada estrella el no muy agraciado sapo que se encontraba en el fondo del pozo junto a un charco de agua donde se encontraba el reflejo de un cielo estrellado. -¡Si! ¡Esa es mi estrella! ¡Y cada noche salgo en busca de la forma de poder alcanzarla! y… -Y ahora esta muy cerca ¿No te parece? Interrumpió el sapo ¿La quieres para ti? ¿La quieres tocar? Preguntó el sapo con voz insinuante y pausada ¡Desde luego! Exclamó la princesa con júbilo y suspiros
–Entonces ven, entra en el pozo y llévate a tu estrella –dijo croando el sapo al tiempo que le señalaba una vieja escalinata que conducía al fondo del pozo
-Pero, ¿Qué no se supone que las estrellas están en el cielo? Pregunto la princesa un poco temerosa
 – ¿y que acaso no miras también el cielo? –Insistió el sapo –Vamos no tengas miedo, si la quieres tienes que venir  por ella.
-Si, es verdad –respondió la princesa a pesar de que un leve escalofrió le recorrió la piel, al mirar la apariencia lúgubre de ese pozo, sin embargo su pasión por conseguir esa hermosa estrella era más fuerte que sus miedos, así que comenzó a bajar escalón por escalón. A medida que bajaba sentía que el aire le faltaba, sentía entumecerse de frío, y los cardos enlazados en el barandal de la escalera poco a poco lastimaron sus delicadas manos de seda, cada peldaño que bajaba le implicaba un gran esfuerzo y de vez en cuando estiraba la mano en dirección a su estrella, a lo que el sapo croaba para darme ánimos –¡un poco más mi dulce princesa, un poco más!
Cuando más dentro estaba, empezaron a llegar a su mente recuerdo de su vida en el Palacio y por un momento pensó que siendo ella una princesa, bien podía haber mandado a un sirviente a que sacara por ella la estrella y… -La estrella es mágica y es solo tuya –interrumpió el sapo los pensamientos de la delicada princesa, -esa estrella te pertenece pues nació el mismo día que tú ¡nadie más puede tocarla! –dijo el sapo croando con insistencia.
A medida que bajaba hacia lo más profundo del pozo, la princesa se sentía cada vez más sola y hasta con un poco de pesar, por momentos tenía la intención de rendirse y salir de ahí lo más pronto posible, pues era tanto el daño que los cardos provocaban en sus manos, que le angustiaba la idea de no tener el ánimo ni fuerza para salir de ese profundo pozo y con la estrella a cuestas; sin embargo era tanto su enamoramiento por esa estrella que cuando se quiso dar por vencida, poco a poco el recordar las palabras de su padre, las del científico, el sabio y la anciana, tomaron sentido y le dieron un poco de fuerza. Temblando de frío y con las manos sangrantes por los cardos, con los ojos llenos de lágrimas por el dolor que le causaba conseguir su sueño, comenzó a justificarlo todo, llego a pensar que tal vez hacía mucho que su padre había mandado hacer esa escalera tal y como se lo prometiera en su niñez y que por el paso del tiempo sin usarse se había oxidado y los cardos crecieron a su alrededor enredándose en el barandal,  pensó que el científico tenia razón cuando le hablo del esfuerzo que le costaría lograr su objetivo y ¡vaya que tenía razón! Pensó también que el sabio era el único que se había equivocado y más cuando le dijo que “ya la tenía” La adolorida princesa pensó que la anciana tenía razón, no debía rendirse por nada…  –¡Salta! –insistió el sapo croando cada vez más fuerte, la princesa inmersa en sus pensamientos que no se percato de que ya estaba a escasos centímetros del fondo del oscuro y frío pozo, ésta saltó pensando que faltaba cierta altura, perdió el equilibrio y fue a caer de espaldas sobre el charco de agua, su estrella y el cielo se borraron…  Fue un golpe terrible para su corazón el descubrir la terrible verdad…
El sapo, ella desde mucho antes de llegar al fondo del pozo y aun ahora, así como todos los habitantes del reino, podían ver las mismas estrellas, ¡vamos el mismo cielo!, la princesa estaba destrozada, efectivamente el sabio no se había equivocado, al contrario le había dicho la verdad, ella ya era feliz con lo que tenía, la anciana incluso le advirtió de no obsesionarse en su búsqueda; avergonzada recordó que ella misma había dicho que “su estrella era su felicidad” y ahora, en el abismo de su obsesión y necedad, comprendía al fin que efectivamente ella era parte de ese Universo, ella incluso pudo ser la estrella de algún príncipe. Llorando desconsolada, alzo las manos al cielo en dirección a su estrella y deseo con todo su corazón salir de ese horrible pozo…
En un ¡pum! Todo desapareció, ella estaba dormida al pie de su ventana… todo había sido una pesadilla que como dijera la anciana, comenzó en un sueño que la princesa no supo dirigir.

F   I   N
Moraleja: Todos somos parte del mismo Universo, en algún momento todos somos la estrella de alguien más, la felicidad se encuentra dentro de cada uno y finalmente, cada quien decide desde donde quiere ver las estrellas; desde la certeza de su existencia o desde el fondo del abismo.

Erandy Alejandra   Reg. 03-2012-112611345000-01

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