Cerré mis ojos mar adentro, para sumergirme en las
profundidades de mi alma, hasta allá donde el corazón encuentra calma, hasta
allá donde la razón no llega, donde la razón divaga, se pierde… Hasta allá,
donde es posible contemplar lo que soy y donde estoy, allá donde es posible
percibir hasta el aroma más sutil de mi cuerpo…
¡Que aroma más exquisito tiene mi piel! No, no es
de mi piel el aroma que percibo, viene de más adentro, ese aroma viene desde el
fondo de mí ser… No son rosas ni jazmines los que revelan su esencia… Ese aroma,
es la esencia del reflejo de mi alma, del halo de vida posado en mi cuerpo…
Que sensación más placentera me da percibir ese
aroma suave, tenue, sutil, ese aroma que resalta como una caricia, ese tipo de
caricias que se dan al corazón, las más hermosas, las que han costado incluso
lágrimas alguna vez…
Como me gusta recorrer la desnudez de mi vida, de
mi alma… Esa desnudez que me permite contemplar los recuerdos, los sueños, los
anhelos… Es una contemplación sin apegos, sin llanto, sin pesar, como si fueran
rosas sin espinas…
Desde aquí… no hay penas que provoquen llanto, ni
aprendizajes que cuesten tanto aprender, no hay cardos que lastimen mis manos,
ni prejuicios que empañen mi mente, no
hay nada que me impida estar tal cual estoy, tal cual soy, en armonía con la
simpleza de mi cuerpo, lo complejo de mi pensamiento, la hermosura de mi
corazón y el brillo de mi alma, incluyendo la oscuridad de mi vida por ahora en
calma…
Estando así, con el alma desnuda, extasiada con la
inmensidad del Universo que me corresponde… me regocijo con el aire tibio que despeina
mis cabellos y acomoda mis ideas en ondas suaves… Como rizos de media luna…
Los rayos del sol han quemado lo que un día me
atormentó tanto, ahora hay huellas, no cicatrices pronunciadas, ahora hay
lecciones aprendidas y otras tantas por aprender que por ahora no me inquietan,
llegaran cuando tengan que llegar y pasaran como todo lo que ha pasado ya, por
el caminar de mi vida…
Que horizonte más hermoso se presenta ante mis
ojos… Pletórico con el azul infinito del cielo, como con el azul profundo del
mar… Donde entre cielo y mar sin importar la distancia, el amor me queda igual
de azul…
Que hermoso es el canto de este silencio,
acompasado por las notas exuberantes que tienen las flores en sus colores, en
sus formas, en sus aromas…
La estrepitosa lluvia de sensaciones, armoniza
perfectamente con la algarabía de aves canoras que revolotean en el cielo, ese
cielo que me arropa con la tibieza de los rayos del sol durante el día y con un
manto de estrellas por la noche, donde la luna es testigo de mis penas y
alegrías…
De todas esas sensaciones que me revela esta
introspección, hay una que ondea cual bandera de felicidad… Esa sensación es…
¡La libertad de ser quien soy!
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Autor: Erandy Alejandra
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