Hoy como todas las mañanas desde hace
unas semanas atrás, a poco de salir de CRETEX (donde asiste mi hijo a
terapia de medicina física), maneje rumbo a casa como de costumbre, es decir,
siempre tomo la providencia de conducir con el cinturón de seguridad puesto,
utilizo las intermitentes o direccionales según sea el caso, y... -¡Ja! ¿La
providencia? ¿Tomas la providencia de manejar con cuidado?- grita mi conciencia
-¡Es tu obligación al manejar!- Cierto, es mi obligación conducir el vehículo
con precaución y siempre lo hago, máxime llevando a mis hijos conmigo. Pero ese
no es el punto, el hecho es que esta mañana no fue como otras, ésta tuvo algo
muy particular, algo muy diferente y vaya que lo fue. A eso de casi medio
kilómetro antes de llegar al retorno que me conduce a casa, en un tramo de
carretera federal, en el carril de alta velocidad, manejando
con precaución, a una velocidad de aproximadamente 80 km/hr
y descendiendo (el límite en este tramo es de 90km/hr), escuchando en mi estación favorita de radio la canción de moda, con mi hijo mayor de copiloto, con una sonrisa
de polo a polo, charlando precisamente sobre lo afortunados que somos de estar
vivos y lo maravilloso que es vivir, puntualizando con mi hijo que de al menos un aprendizaje nos ha dejado su parálisis facial y que de alguna manera sus
terapias nos han acercado más...
¡Se atravesó
frente a mí un camión torton! ¡Un camión materialista! ¡Dios mio! ¡Dios mio!
fue lo único salió de mi boca, mientras por mi mente cruzaba la palabrota
dedicada al conductor del autobús que en el carril central se había detenido
súbitamente, obligando al conductor del torton a ocupar mi carril, mis
instintos hicieron que espejeara a todos lados, que frenara poco a poco para no
amarrar los frenos de la camioneta, antes de llegar a lo que parecía sería un
terrible impacto, solo pude ver en el espejo lateral izquierdo del camión, el
reflejo de dolor del chófer, tenia una expresión de pánico, de culpa, miró
mi camioneta de un modo tan impresionante; era una mirada diciendo perdón,
diciendo no tuve opción, lo siento, o que se yo lo que pensaría el chófer, solo
sé que ese rostro y esa mirada, son de las cosas que no olvidare en
poco tiempo. Me imagino que el conductor del torton tuvo que decidir entre
arrollar al autobús que se quedo parado frente a él y al mismo tiempo
atropellar a los trabajadores de la junta local de caminos que en ese momento
bajaban los fantasmas para indicar reparación en un tramo de la carretera; o
bien, decidir (como lo hizo) ocupar mi carril frenando con motor pues no solo
llevaba el impulso de su carga, también tenia delante una hilera de autos, los
mismos que al igual que yo estaban en el carril de alta velocidad,
indispensable maniobra para tomar el retorno algunos metros adelante.
En ese momento no
lo entendí pero, ahora sé que su expresión desde luego, no era por las abolladuras
que yo pudiera causarle, si no por que tuvo que decidir entre perjudicar a
muchas personas o solo a los pasajeros de la única camioneta que quedo atrás de
el a escasos 40 cm...
Por segundos
reinó el silencio, no tengo idea de cuanto tiempo paso en todo ese momento de
angustia... Lo que si puedo recordar es que por un instante, al voltear la
mirada hacia mi hijo, puse mi mano derecha sobre su hombro y con la mano
izquierda bien afianzada al volante, en seguida de exclamar ¡Dios mio!...
Le dije ¡Te amo! ¡Hijo te amo!... Creo que el mirar su cabecita recostada en el
asiento, trajo a mi memoria los días fríos de invierno, esos días de hace 14
años cuando él era solo un bebé y yo lo recostaba sobre mi regazo, acariciando
sus cabellos, su pielecita suave, cuando lo arropaba bien para protegerlo del
frío invernal... Mi niño, pensé en un suspiro, ¡mi niño! Quizás fue la
angustia, la sorpresa de dicho evento o no sé que fue, pero al mismo tiempo en
que admiraba la hermosa silueta de mi hijo mientras dormía, me pareció escuchar
entre murmullos las vocecitas de mis tres hijos juntos mezclada con un
pensamiento de serenidad, como si algo o alguien me diese un cálido abrazo...
Como si pudiese sentir la presencia de algo o alguien alrededor mio, irradiando
una serenidad absoluta...Ya no sentí miedo, me tranquilice por completo, de
reojo mire que el camión no se detuvo, lento pero siguió su curso y a poco se
desvió nuevamente para dejarme libre el paso y evitar así lo que segundos atrás
prometía ser un aparatoso impacto. Tras un respiro de alivio, desperté a mi
hijo para avisarle que ya faltaba poco para llegar a casa; yo no quitaba mi
mano de su hombro y hasta ahora note que lo agarraba fuerte, asombrado me
pregunto -¿Que pasa mamá? -Nada le dije con un profundo y largo suspiro, -solo que
el materialista se me cerro, pero no te preocupes ya paso todo- acaricio mi
mano, me sonrió y volvió a dormitar... Tomando finalmente el retorno, note
que la canción de la radio, esa de moda que solo dura tres minutos, comenzó segundos
antes del incidente en la carretera y terminaba justo ahora que salía de
ella.
Sin lugar a dudas
fueron los tres minutos más extraños y eternos que he tenido después de la
agonía que pase cuando mi hijo mayor solo tenia un año y medio de edad,
dramático evento donde los médicos me dieron por muerta durante tres minutos,
evento donde el amor hacia mi hijo y las ganas de mirarlo una vez más, me
llevaron a luchar con todo para salvar mi vida, en una cirugía donde los
médicos atendían una peritonitis por un quiste se reventó en mi ovario derecho.
Se preguntaran
¿qué relación tiene que ver un evento con el otro? Bueno no solo es el hecho
que esté involucrado mi amor hacia el mismo hijo, o que en el mayor momento de
angustia haya sentido el mismo abrazo de serenidad; me parece que la mayor
relación que hay en estos dos eventos es que han sido momentos en los que
habiendo vivido tanto, y teniendo infinidad de cosas en que reflexionar, el
hecho de mirar cara a cara a la muerte, en ese momento donde desaparece el dolor
o la angustia (como hoy), en esos momentos solo hay una cosa que viene a mi
mente, y eso se llama amor, amor a mi hijo, a mis hijos, amor a mí vida, amor a la vida, creo finalmente que para mi no hubo ni habrá otro motivo para reflexionar que no sea el amor.
Erandy Alejandra D/Reservados México 2012